lunes, 31 de mayo de 2010

"EL HOMBRECITO DEL AZULEJO"



Los dos médicos cruzan el zaguán hablando en voz baja. Su juventud puede más que sus barbas y que sus levitas severas, y brilla en sus ojos claros. Uno de ellos, el doctor Ignacio Pirovano, es alto, de facciones resueltamente esculpidas. Apoya una de las manos grandes, robustas, en el hombro del otro, y comenta: ­Esta noche será la crisis. ­Sí ­responde el doctor Eduardo Wilde­ ; hemos hecho cuanto pudimos. ­Veremos mañana. Tiene que pasar esta noche. . . Hay que esperar... Y salen en silencio. A sus amigos del club, a sus compañeros de la Facultad, del Lazareto y del Hospital del Alto de San Telmo, les hubiera costado reconocerles, tan serios van, tan ensimismados, porque son dos hombres famosos por su buen humor, que en el primero se expresa con farsas estudiantiles y en ef segundo con chisporroteos de ironía mordaz. Cierran la puerta de calle sin ruido y sus pasos se apagan en la noche. Detrás, en el gran patio que la luna enjalbega, la Muerte aguarda, sentada en el brocal del pozo. Ha oído el comentario y en su calavera flota una mueca que hace las veces de sonrisa. También lo oyó el hombrecito del azulejo. El hombrecito del azulejo es un ser singular. Nació en Francia, en Desvres, departamento del Paso de Calais, y vino a Buenos Aires por equivocación. Sus manufactureros, los Fourmaintraux, no lo destinaban aquí, pero lo incluyeron por error dentro de uno de los cajones rotulados para la capital argentina, e hizo el viaje, embalado prolijamente el único distinto de los azulejos del lote. Los demás, los que ahora lo acompañan en el zócalo, son azules corno él, con dibujos geométricos estampados cuya tonalidad se deslíe hacia el blanco def centro lechoso, pero ninguno se honra con su diseño: el de un hombrecito azul, barbudo, con calzas antiguas, gorro de duende y un bastón en la mano derecha. Cuando el obrero que ornamentaba el zaguán porteño topó con él, lo dejó aparte, porque su presencia intrusa interrumpía el friso; mas luego le hizo falta un azulejo para completar y lo colocó en un extremo, junto a la historiada cancela que separa zaguán y patio, pensando que nadie lo descubriría. Y el tiempo transcurrió sin que ninguno notara que entre los baldosines había uno, disimulado por la penumbra de la galería, tan diverso. Entraban los lecheros, los pescadores, los vendedores de escobas y plumeros hechos por los indios pampas; depositaban en el suelo sus hondos canastos, y no se percataban del menudo extranjero del zócalo. Otras veces eran las señoronas de visita las que atravesaban el zaguán y tampoco lo veían, ni lo veían las chinas crinudas que pelaban la pava a la puerta aprovechando la hora en que el ama rezaba el rosario en la Iglesia de San Miguel. Hasta que un día la casa se vendió y entre sus nuevos habitantes hubo un niño, quien lo halló de inmediato. Ese niño, ese Daniel a quien la Muerte atisba ahora desde el brocal, fue en seguida su amigo. Le apasionó el misterio del hombrecito del azulejo, de ese diminuto ser que tiene por dominio un cuadrado con diez centímetros por lado, y que sin duda vive ahí por razones muy extraordinarias y muy secretas. Le dio un nombre. Lo llamó Martinito, en recuerdo del gaucho don Martín que le regaló un petiso cuando estuvieron en la estancia de su tío materno, en Arrecifes, y que se le parece vagamente, pues lleva como él unos largos bigotes caídos y una barba en punta y hasta posee un bastón hecho con una rama de manzano. ­¡Martinito! ¡Martinito! El niño lo llama al despertarse, y arrastra a la gata gruñona para que lo salude. Martinito es el compañero de su soledad. Daniel se acurruca en el suelo junto a él y le habla durante horas, mientras la sombra teje en el suelo la minuciosa telaraña de la cancela, recortando sus orlas y paneles y sus finos elementos vegetales, con la medialuna del montante donde hay una pequeña lira. Martinito, agradecido a quien comparte su aislamiento, le escucha desde su silencio azul, mientras las pardas van y vienen, descalzas, por el zaguán y por el patio que en verano huele a jazmines del país y en invierno, sutilmente, al sahumerio encendido en el brasero de la sala. Pero ahora el niño está enfermo, muy enfermo. Ya lo declararon al salir los doctores de barba rubia. Y la Muerte espera en el brocal. El hombrecito se asoma desde su escondite y la espía. En el patio lunado, donde las macetas tienen la lividez de los espectros, y los hierros del aljibe se levantan como una extraña fuente imnóvil, la Muerte evoca las litografías del mexicano José Guadalupe Posada, ese que tantas "calaveras, ejemplos y corridos" ilustró durante la dictadura de Porfirio Díaz, pues como en ciertos dibujos macabros del mestizo está vestida como si fuera una gran señora, que por otra parte lo es. Martinito estudia su traje negro de revuelta cola, con muchos botones y cintas, y a gorra emplumada que un moño de crespón sostiene bajo el maxilar y estudia su cráneo terrible, más pavoroso que ei de los mortales porque es la calavera de la propia Muerte y fosforece con verde resplandor. Y ve que la Muerte bosteza. Ni un rumor se oye en la casa. E1 ama recomendó a todos que caminaran rozando apenas el suelo, como si fueran ángeles, para no despertar a Daniel, y las pardas se han reunido a rezar quedamente en el otro patio, en tanto que la señora v sus hermanas lloran con los pañuelos apretados sobre los labios, en el cuarto def enfermo, donde algún bicho zumba como si pidiera silencio, alrededor de la única lámpara encendida. Martinito piensa que el niño, su amigo, va a morir, y le late el frágil corazón de cerámica. Ya nadie acudirá cantando a su escondite del zaguán; nadie le traerá los juguetes nuevos, para mostrárselos y que conversen con él. Quedará solo una vez más, mucho más solo ahora que sabe lo que es la ternura. La Muerte, entretanto, balancea las piernas magras en el brocal poliédrico de mármol que ornan anclas y delfines. El hombrecito da un paso y abandona su cuadrado refugio. Va hacia el patio, pequeño peregrino azul que atraviesa los hierros de la cancela asombrada, apoyándose en el bastón. Los gatos a quienes trastorna la proximidad de la Muerte, cesan de maullar: es insólita la presencia del personaje que podría dormir en la palma de la mano de un chico; tan insólita como la de la enlutada mujer sin ojos. Allá abajo, en el pozo profundo, la gran tortuga que lo habita adivina que algo extraño sucede en la superficie,y saca la cabeza del caparazón. La Muerte se hastía entre las enredaderas tenebrosas, mientras aguarda la hora fija en que se descalzará los mitones fúnebres para cumplir su función. Desprende el relojito que cuelga sobre su pecho fláccido y al que una guadaña sirve de minutero, mira la hora y vuelve a bostezar. Entonces advierte a sus pies al enano del azulejo, que se ha quitado el bonete y hace una reverencia de Francia. ­Madame la Mort... A la Muerte le gusta, súbitamente, que le hablen en francés. Eso la aleja del modesto patio de una casa criolla perfumada con alhucema y benjuí; la aleja de una ciudad donde, a poco que se ande por la calle, es imposible no cruzarse con cuarteadores y con vendedores de empanadas. Porque esta Muerte, la Muerte de Daniel, no es la gran Muerte, como se pensará, la Muerte que las gobierna a todas, sino una de tantas Muertes, una Muerte de barrio, exactamente la Muerte del barrio de San Miguel en Buenos Aires, y al oírse dirigir la palabra en francés, cuando no lo esperaba, y por un caballero tan atildado, ha sentido crecer su jerarquía en el lúgubre escalafón. Es hermoso que la llamen a una así: "Madame la Mort." Eso la aproxima en el parentesco a otras Muertes mucho más ilustres, que sólo conoce de fama, y que aparecen junto al baldaquino de los reyes agonizantes, reinas ellas mismas de corona y cetro, en el momento en que los embajadores y los príncipes calculan las amarguras y las alegrías de las sucesiones históricas. ­Madame la Mort... La Muerte se inclina, estira sus falanges y alza a Martinito. Lo deposita, sacudiéndose como un pájaro, en el brocal. ­Al fin­ reflexiona la huesuda señora ­ pasa algo distinto. Está acostumbrada a que la reciban con espanto. A cada visita suya, los que pueden verla ­los gatos, Ios perros, los ratones­ huyen vertiginosamente o enloquecen la cuadra con sus ladridos, sus chillidos y su agorero maullar. Los otros, los moradores del mundo secreto ­los personajes pintados en los cuadros, las estatuas de los jardines, las cabezas talladas en los muebles, los espantapájaros, las miniaturas de las porcelanas­ fingen no enterarse de su cercanía, pero enmudecen como si imaginaran que así va a desentenderse de ellos y de su permanente conspiración temerosa. Y todo, ¿por qué?, ¿porque alguien va a morir?, ¿y eso? Todos moriremos; también morirá la Muerte. Pero esta vez no. Esta vez las cosas acontecen en forma desconcertante. El hombrecito está sonriendo en el borde del brocal, y la Muerte no ha observado hasta ahora que nadie le sonriera. Y hay más. El hombrecito sonriente se ha puesto a hablar, a hablar simplemente, naturalmente, sin énfasis, sin citas latinas, sin enrostrarle esto o aquello y, sobre todo, sin lágrimas. Y ¿qué le dice? La Muerte consulta el reloj. Faltan cuarenta y cinco minutos. Martinito le dice que comprende que su misión debe ser muy aburrida v que si se lo permite la divertirá, y antes que ellá le responda, descontando su respuesta afirmativa, el hombrecito se ha lanzado a referir un complicado cuento que transcurre a mil leguas de allí, allende el mar, en Desvres de Francia. Le explica que ha nacido en Desvres, en casa de los Fourmaintraux, los manufactureros de cerámica. "rue de Poitiers", y que pudo haber sido de color cobalto, o negro, o carmín oscuro, o amarillo cromo, o verde, u ocre rojo, pero que prefiere este azu] de ultramar. ¿No es cierto? N'est-ce pas? Y le confía cómo vino por error a Buenos Aires y, adelantándose a las réplicas, dando unos saltitos graciosos, le describe las gentes que transitan por el zaguán: la parda enamorada del carnicero; el mendigo que guarda una moneda de oro en la media; el boticario que ha inventado un remedio para la calvicie y que, de tanto repetir demostraciones y ensayarlo en sí mismo, perdió el escaso pelo que le quedaba; el mayoral del tranvía de los hermanos Lacroze, que escolta a la señora hasta la puerta, galantemente, "comme un gentilhomme", y luego desaparece corneteando... La Muerte ríe con sus huesos bailoteantes y mira el reloj. Faltan treinta y tres minutos. Martinito se alisa la barba en punta y, como Buenos Aires ya no le brinda tema y no quiere nombrar a Daniel y a la amistad que los une, por razones diplomáticas, vuelve a hablar de Desvres, del bosque trémulo de hadas, de gnomos y de vampiros, que lo circunda, y de la montaña vecina, donde hay bastiones ruinosos y merodean las hechiceras la noche del sábado. Y habla y habla. Sospecha que a esta Muerte parroquial le agradará la alusión a otras Muertes más aparatosas, sus parientas ricas, y le relata lo que sabe de las grandes Muertes que entraron en Desvres a caballo, hace siglos, armadas de pies a cabeza, al son de los curvos cuernos marciales, "bastante diferentes, n'est-ce pas, de la corneta del mayoral del tránguay", sitiando castillos e incendiando iglesias, con los normandos, con los ingleses, con los borgoñones. Todo el patio se ha colmado de sangre y de cadáveres revestidos de cotas de malla. Hay desgarradas banderas con leopardos y flores de lis, que cuelgan de la cancela criolla; hay escudos partidos junto al brocal y yelmos rotos junto a las rejas, en el aldeano sopor de Buenos Aires, porque Martinito narra tan bien que no olvida pormenores. Además no está quieto ni un segundo, y al pintar el episodio más truculento introduce una nota imprevista, bufona, que hace reir a la Muerte del barrio de San Miguel, como cuando inventa la anécdota de ese general gordísimo, tan temido por sus soldados, que osó retar a duelo a Madame la Mort de Normandie, y la Muerte aceptó el duelo, y mientras éste se desarrollaba lla produjo un calor tan intenso que obligó a su adversario a despojarse de sus ropas una a una, hasta que los soldados vieron que su jefe era en verdad un individuo flacucho, que se rellellaba de lanas y plumas, como un almohadón enorme, para fingir su corpulencia. La Muerte ríe como una histérica, aferrada al forjado coronamiento del aljibe. ­Y además... ­prosigue el hombrecito del azulejo. Pero la Muerte lanza un grito tan siniestro que muchos se persignan en la ciudad, figurándose que un ave feroz revolotea entre los campanarios. Ha mirado su reloj de nuevo y ha comprobado que el plazo que el destino estableció para Daniel pasó hace cuatro minutos. De un brinco se para en la mitad del patio, y se desespera. ¡Nunca, nunca había sucedido esto, desde que presta servicios en el barrio de San Miguel! ¿Qué sucederá ahora y cómo rendirá cuentas de su imperdonable distracción? Se revuelve, iracunda, trastornando el emplumado sombrero y el moño, y corre hacia Martinito. Martinito es ágil y ha conseguido, a pesar del riesgo y merced a la ayuda de los delfines de mármol adheridos al brocal, descender al patio, y escapa como un escarabajo veloz hacia su azulejo del zaguán. La Muerte lo persigue v lo alcanza en momentos en que pretende disimularse en la monotonía del zócalo. Y lo descubre, muy orondo, apoyado en el bastón, espejeantes las calzas de caballero antiguo. ­El se ha salvado­castañetean los dientes amarillos de la Muerte­, pero tú morirás por él. Se arranca el mitón derecho y desliza la falange sobre el pequeño cuadrado, en el que se diseña una fisura que se va agrandando; la cerámica se quiebra en dos trozos que caen al suelo. La Muerte los recoge, se acerca al aljibe y los arroja en su interior, donde provocan una tos breve al agua quieta y despabilan a la vieja tortuga errnitaña. Luego se va, rabiosa, arrastrando los encajes lúgubres. Aun tiene rnucho que hacer y esta noche nadie volverá a burlarse de ella. Los dos médicos jóvenes regresan por la mañana. En cuanto entran en la habitación de Daniel se percatan del cambio ocurrido. La enfermedad hizo crisis como presumían. El niño abre los ojos, y su madre y sus tías lloran, pero esta vez es de júbilo. El doctor Pirovano y el doctor Wilde se sientan a la cabecera del enfermo. Al rato, las señoras se han contagiado del optimismo que emana de su buen humor. Ambos son ingeniosos, ambos están desprovistos de solemnidad, a pesar de que el primero dicta la cátedra de histología y anatomía patológica y de que el segundo es profesor de medicina legal y toxicología, también en Ia Facultad de Buenos Aires. Ahora lo único que quieren es que Daniel sonría. Pirovano se acuerda del tiempo no muy lejano en que urdía chascos pintorescos, cuando era secretario del disparatado Club del Esqueleto, en la Farmacia del Cóndor de Oro, y cambiaba los letreros de las puertas, robaba los faroles de las fondas y las linternas de los serenos, echaba municiones en las orejas de los caballos de los lecheros y enseñaba insolencias a los loros. Daniel sonríe por fin y Eduardo Wilde le acaricia la frente, nostálgico, porque ha compartido es a vida de estudiantes felices, que le parece remota, soñada, irreal. Una semana más tarde, el chico sale al patio. Alza en brazos a la gata gris y se apresura, titubeando todavía, a visitar a su amigo Martinito. Su estupor y su desconsuelo corren por la casa, al advertir la ausencia del hombrecito y que hay un hueco en el lugar del azulejo extraño. Madre y tías, criadas y cocinera, se consultan inútilmente. Nadie sabe nada. Revolucionan las habitaciones, en pos de un indicio, sin hallarlo. Daniel llora sin cesar. Se aproxima al brocal del aljibe, llorando, llorando, y logra encaramarse y asomarse a su interior. Allá dentro todo es una fresca sombra y ni siquiera se distingue a la tortuga, de modo que menos aun se ven los fragmentos del azulejo que en el fondo descansan. Lo único que el pozo le ofrece es su propia imagen, reflejada en un espejo oscuro, la imagen de un niño que llora. El tiempo camina, remolón, y Daniel no olvida al hombrecito. Un dia vienen a Ia casa dos hombres con baldes, cepillos y escobas. Son los encargados de limpiar el pozo, y como en cada oportunidad en que cumplen su tarea, ese es día de fiesta para las pardas, a quienes deslumbra el ajetreo de los mulatos cantores que, semidesnudos, bajan a la cavidad profunda y se están ahí largo espacio, baldeando y fregando. Los muchachos de la cuadra acuden. Saben que verán a la tortuga, quien sólo entonces aparece por el patio, pesadota, perdida como un anacoreta a quien de pronto trasladaran a un palacio de losas en ajedrez. Y Daniel es el más entusiasmado, pero aIgo enturbia su alegría, pues hoy no le será dado, como el año anterior, presentar la tortuga a Martinito. En eso cavila hasta que, repentinamente, uno de los hombres grita, desde la hondura, con voz de caverna: ­¡Ahí va algo, abarájenlo! Y el chico recibe en las manos tendidas el azulejo intacto, con su hombrecito en el medio; intacto, porque si un enano francés estampado en una cerámica puede burlar a la Muerte, es justo que también puedan burlarla las lágrimas de un niño.

sábado, 8 de mayo de 2010

SIEMPRE TEN PRESENTE QUE:



La piel se arruga, el pelo se vuelve blanco,
Los días se convierten en años.
Pero lo importante no cambia,tu fuerza y tu convicción no tienen edad.
Tu espíritu es el plumero de cualquier tela de araña.
Detrás de cada línea de llegada, hay una de partida, detrás de cada logro, hay otro desafío.
Mientras estés vivo, siéntete vivo.
Si extrañas lo que hacías vuelve a hacerlo.
No vivas de fotos amarillas.
Sigue aunque todos esperen que abandones.
No dejes que se oxide el hierro que hay en ti.
Haz que en vez de lástima, te tengan respeto.
Cuando por los años no puedas correr, trota.
Cuando no puedas trotar, camina.
Cuando no puedas caminar, usa el bastón.
Pero ¡¡¡ Nunca te detengas!!!

lunes, 3 de mayo de 2010

conparte tus emosciones!!!


Y NO SÓLO CUANDO LAS COSAS VAYAN MUY BIEN O MUY MAL. SI HOY HAS TENIDO UN BELLO PENSAMIENTO, SI HAS VIBRADO CON UNA NOTICIA, UN POEMA O UNA CANCIÓN, LLAMA A UN AMIGO Y COMPÁRTELO CON ÉL. FECUNDA SU ALMA CON LOS PENSAMIENTOS DEL DÍA.
“UN HERMANO PUEDE NO SER UN AMIGO;PERO UN AMIGO SIEMPRE SERÁ UN HERMANO”.
BENJAMÍN FRANKLIN

jueves, 22 de abril de 2010

sueña despierto!


¿QUIÉN HA DICHO QUE LOS SUEÑOS SEAN PATRIMONIO DE LOS JÓVENES? SOÑAR CON LOS OJOS ABIERTOS ES UN MAGNÍFICO REMEDIO CONTRA LA ATONÍA, ADEMÁS DE UN ESTÍMULO PARA LA IMAGINACIÓN Y EL ESPÍRITU. ¡ALIMENTA TUS SUEÑOS!!!!

"SI TE SIENTAS EN EL CAMINO, PONTE DE FRENTE A LO QUE AÚN HAS DE ANDAR Y DE ESPALDAS A LO YA ANDADO".

viernes, 26 de febrero de 2010



"Tener verdadero éxito en la vida es: reír mucho y muchas veces; ganar el respeto de personas; gozar del cariño de niños; ganar el reconocimiento de las personas y saber soportar la traición de falsos amigos; apreciar la belleza; buscar lo mejor en los demás; dejar el mundo un poquito mejor de como lo encontraste, un jardín bonito o una persona más feliz; saber que al menos alguien ha vivido mejor gracias a ti... "

sábado, 20 de febrero de 2010

"suicidio adelescente"

Institución educativa: escuela de educación técnica particular incorporada nº 2020 “san Isidro labrador”
Curso y orientación: 4º intermedio Cs. Sociales
Asignatura: metodología de la investigación
Nombre de los profesores: María Laura Walden y Virginia Erni
Nombre de alumno: Armando Ramón Zeballos



Tema: suicidio adolecente
Problema: ¿son diversos los factores que intervienen en la decisión que un adolecente de 13 a 18 años toma al suicidarse?
Hipótesis: “la mayoría de los suicidios adolecentes entre 13 y 18 años se dan por la disposición interna”


Adolescencia:
(del latín adoleceré; crecer: desarrollarse) es una etapa en la vida del hombre donde se da la transición entre el infante niño de las edades escolares y el adulto. Es por esto que esta transición acarrea cambios de cuerpo y mente que se conjuga con su entorno social.
La adolescencia es un fenómeno biológico, social y cultural es por eso que sus límites no se asocian solamente a características físicas.
A diferencia de la pubertad la adolescencia no tiene edad definitiva en su comienzo y en la duración y que esta está relacionada con la maduración psiquis del individuo sino que depende de de los factores psicosociales más amplios y complejos, originados dentro del ámbito familiar.


Los problemas con los que el adolescente suele enfrentarse son:

Problemas emocionales: son problemas Psico-emocionales como “no encontrar sentido a la vida”, “alejarse de todo”, “sentir tristeza o llorar todo el día”; estos frecuentes sentimientos pueden dar lugar a estados depresivos que pueden ser no percibidos por los demás como la genta de alimentos en gran cantidad, el auto aislamiento y las preocupaciones por la apariencia física son signos de disconformidad o malestar emocional, de una forma masiva pude aparecer fobia o pánicos que en muchos casos no suelen ser reconocidos por sus familiares o amigos.
Problemas sexuales y físicos: los cambios físicos en la adolescencia pueden ser preocupantes o drásticos para algunos adolescentes en especial aquellos que suelen ser tímidos o callados. En cambio en el otro extremo, las preocupaciones se ponen en manifiesto en la presunción excesiva tanto en sus capacidades como en sus experiencias sexuales, aquellos que empiezan con una temprana actividad sexual suelen tener mayor probabilidad ha embarazos no deseados o problemas de salud como HIV o el SIDA.
Además muchos adolescente suelen no estar seguros de su orientación sexual, sobre si es o no es homosexual, también puede aparecer cierta disconformidad con su estado físico si son “gorditas”, “petisos o altos”, “ojones o narigones” entre otros, los cuales pueden llevar a problemas de bulimia o anorexia u o a la exclusión social provocando depresión o autoagresión física.
Problemas conductuales: los adolescente suele decir que sus padres son muy pesados o insoportables y los padres que han perdido el control sobre sus hijos y de esta manera surgen más frecuentes las peleas y discusiones, ya que los adolescentes buscan forjar una identidad independiente. Aunque todo esto suele ser normal; puede llegar a un punto en el cual los padres ciertamente pierden el control sobre sus hijos.
Problemas escolares: muchos adolescentes suelen negarse a ir al colegio y de este modo tienen problemas con sus padres, pero este problema puede tener origen en las escuelas primarias poniéndose de manifiesto con dolores de cabeza o estomago o siendo lo mismo consecuencia de acosos de sus compañeros de primaria y siendo estas las causa por las cuales el adolescente se niega ir al colegio.
A muchos adolescente les resulta una experiencia solitaria, miserable o amenazador, que puede llevar a la depresión o ansiedad, falta de confianza en si mismo o dificultad de hacer amigos, son estos adolescentes los que suelen tener mayor probabilidad de desasimiento escolar y el insistir de los padres de forma excesiva de aprobar un examen puede ser contraproducente ya que los exámenes son importante pero no se les puede permitir que dominen sus vidas o que los haga infelices.
Problemas con la ley: la mayoría de los problemas no cometen faltas ante la ley y los que la ase4n son generalmente varones y casi siempre solo se cometen una sola ves y las causas suelen ser por crisis nerviosas un malestar emocional.
Problemas de alimentación: la discriminación por sobre peso suele ser una frecuente infelicidad en los adolescentes ya que se suelen reír de sus rasgos físicos que pueden llevar a deprimirlos notablemente y así fomentar al círculo vicioso del “no comer” y así la búsqueda intensiva de la figura ideal la ya conocida 90-60-90 en las mujeres y suelen ser estas las que tiene mayor probabilidad de someterse a dietas estrictas o ha cirugías estéticas y en su peor elección llegar a la bulimia o anorexia.


Suicidio
es la decisión de quitarse la vida voluntariamente es por esto que muchos científicos coinciden en que es una forma compleja de conducta, que tiene causas biológicas, psicológica y sociales también coinciden que muchas personas son genéticamente propensas a esta situación que otros a la depresión y otros al suicidio .
Para que un hecho sea considerado suicidio la muerte debe ser un elemento carnal y el motivo del acto y no solo una consecuencia inevitable del mismo. Es por esto que los mártires y los hombres bomba no son considerados suicidas ya que se sacrifican por sus creencias.

Tipos de suicidio:
Egoísta: es el causado por el exceso de individualización, que pone en cuestión la integración del grupo social.
Altruista: el causado por la influencia de individualización, al considerar que la vida del individuo vale menos que las necesidades del grupo y la conformidad de sus normas.
Silencioso: aquel que ocurre cuando un sujeto en cuestión no tiene a nadie que escuche sus lamentos de agonía.
Tranquilo: cuando una persona está consciente de que se va a matar.
Fracasado: aquel que no logra los objetivos del suicidio.
Suicidio recurrente: es aquella persona que se suicida varias veces.
Suicidio de telenovela: cuando una persona le pide a otra que la grave o arme todo un drama.
Suicidio completo: cuando la persona muere.
Suicidio por error: es aquel que lo dice de cierto modo y lo comete por error. Como los hemos para curar su hemofilia.
Los medios que suelen utilizar los suicidas difieren de la edad del mismo ya que en edades tempranas las más comunes son las intoxicaciones, mientas que en las edades más avanzadas suelen implementarse el ahorcamiento u armas de fuego.


¿Qué es el comportamiento suicida u o pensamiento suicida?
Podemos definir como comportamiento suicida a la preocupación u acción a causar la propia muerte de manera voluntaria. Es la manera en que el individuo se muestra antes de cometer un suicidio. Mientras que el pensamiento suicida hace referencia a las acciones concretas de quitarse la vida ya que el individuo lo piensa o planifica su propia muerte.


Autoestima:
Podemos definir como la percepción emocional que las personas tienen en si mismas y pueden expresar como el amor a si mismo.
La percepción emocional puede llegar a sobre pasar causas a la racionalización de la lógica del individuo, es por esto que tener mucho autoestima implica tener un conocimiento de nuestros actos, virtudes y defectos, por lo tanto implica respetarnos a nosotros mismos, y a si mismo ayudar a los demás a hacerla. Podemos decir que el autoestima es una requisito para las relaciones interpersonales.
La autoestima es entonces el bien estar de las personas en equilibrio con la felicidad, la salud, la satisfacción y el crecimiento personal y social.
La importancia del autoestima en que gira nuestro ser, a nuestra manera de ser o al sentido de nuestra vida personal; para que el autoestima cumpla su misión en nuestro ser y nos ayude al crecimiento personal es necesario el trabajo del autoconocimiento que incluye la reflexión, esfuerzo, sentido crítico y responsabilidad. Esto implica conocer mas profundamente y auto evaluarnos como personas; lo cual implica encontrarnos con nosotros mismos descubrir nuestras virtudes y defectos, aceptarlas, incrementarlas, mejorarlas y sentirnos felices por contar con ellas.
El autoestima elevada o en sobredosis puede llegar a ser benéfica en la vida y en la persona misma ya que puede actuar como sistema inmunológico de la consciencia, lo cual garantiza el bien estar de la salud y nos hace mas fuertes para enfrentar enfermedades y mejorar la salud. Podemos decir, que el autoestima en sobredosis actúa en el hombre cuando llegamos a conocerla internamente, lo cual nos lleva a aceptarnos y querernos tal cual somos y es ahí que nos sentimos felices, amados y hacemos lo que queremos o nos hace feliz (ver cuadro en el anexo).


Baja autoestima:
La baja autoestima impide o dificulta el desarrollo normal de nuestro ser; el actual, la armonía y el ser consciente de nuestras posibilidades y necesidades reales, la confianza en nuestros actos y en nosotros mismos.
La baja autoestima puede originar mayores sufrimientos tales como enfermedades psicológicas, la depresión, la neurosis y ciertos rasgos que pueden ser: la timidez, la vergüenza, temores, trastornos psicosomáticos.
La baja autoestima puede llevar a la persona a pasar la vida sin saber que quiere y hacia dónde va, con desafecto hacia ella misma, despreciándose, malqueriéndose, desconectado de su propio interior y del mundo que lo rodea y renunciando a las oportunidades que nos ofrece para crecer y es horrible para la persona por otra parte, vivir intensamente, consiente y dibujar claramente nuestro yo, sentirnos competente, aceptarnos y participar en nuestra actualización, y en la construcción de un mundo mejor para nosotros nos llena y reconforta como persona. La autoestima además de favorecer el desarrollo personal, nos prepara para enfrentar los desafíos diarios de una persona, el hombre es en medida en que se relaciona con otros en libertad y con generosidad.

El sentimiento de inferioridad:
El sentimiento de inferioridad es el resultado del poco aprecio que nos tenemos, sentirnos menos que otras personas y en general surge como resultado de experiencias frustrante y de muchos deseos y objetivos no cumplidos. (diez, 1999)“no he logrado nada, soy un cero a la izquierda…. Soy un cero a la izquierda” y es de esta manera como la persona comienza a sentirse inferior ante los demás en todas las situaciones de la vida.
Sentirse inferior son evidencias interiores que muchas veces resultan nada previsibles ni evidentes desde el exterior, pero que suelen construir un intenso y profundo motivo de desasosiego y condicionar bastante la personalidad y el comportamiento de quien las sufre. Las épocas más propensa para la baja autoestima son el final de la infancia y todo el periodo de la adolescencia. Por eso es importante en esas edades ayudarles a ser personas seguras y con confianza en sí mismas.


Algunas características que definen al sentimiento inferioridad son:
Se sienten perseguidos: creen que no les agradan a los demás y ante la menor crítica sienten que quieren impedir su éxito.
Auto discriminación: es una defensa ante sus vivencias de incapacidad y creen que de esta manera se liberan de las críticas de los demás.
Anonimato: busca el anonimato, un sitio donde no sea mirado ni llamado.
Tendencia a culpar a los demás: manifiesta sus fallas o inferioridad culpando a los demás de causarlas.

La culpa:
Es la negligencia, supone la "voluntaria omisión de diligencia en calcular las consecuencias posibles y previsibles del propio hecho”. Es el sentimiento capaz de destruir intensamente la autoestima de las personas con tanta eficacia y rapidez y en tan corto tiempo que cualquier otro sentimiento.


El sentimiento de culpabilidad sano: que se origina en una acción concreta de la persona y que luego reflexiona y se da cuenta del error aceptándolo; a partir del cuestionamiento de su acción no se considera una persona mala o inmoral y acepta las culpabilidades pidiendo disculpas y aprendiendo del error cometido.


El sentimiento de culpabilidad malo: es el pensamiento de lo que ha hecho y persiste en el generando una auto agresión, auto discriminación a forma de repetir “soy malo, soy asqueroso” entre otros que no le permite perdonarse a sí mismo y por ende comienza a actuar compulsivamente. Generando otros daños y agravando la culpabilidad.
Los sentimientos de culpabilidad pueden tener origen en la edad temprana y son resultado del aprendizaje con nuestros padres y personas importantes para el ser; desde pequeños nos desarrollarnos intelectualmente lo que nos permite hacer un análisis crítico de la situación.


El miedo:
Es el pensamiento y sentimiento del no saber qué hacer ante determinadas situaciones, que pueden tener origen en la baja autoestima de cada persona.
El miedo hace referencia a un estado emocional displacen tero o desagradable que se caracteriza por la manifestación fisiológica como el temblor, la sudoración, sensación de vacio estomacal, aumento del ritmo cardiaco y respiratorio, tención de los músculos entre otros .desde le punto de vista psicológico es una forma afectiva, emociona, necesario para la correcta adaptación del organismo al miedo, que provoca angustia en la persona; mientras que para la ciencia neurológica es una forma común de organización del cerebro primario de los seres vivos, y esencialmente consiste en la activación del conjunto de núcleos de neuronas situada en el lóbulo temporal.